13/11/13
No regrets
26/3/13
21/3/13
Tu espalda
1/3/13
19/2/13
Amor
17/2/13
"Now pass the blame and don't blame me"
14/2/13
"Most everyone's mad here"
No sé qué me impulsó a adentrarme de nuevo a esta madriguera mal ventilada. Quizás la necesidad de abrir la ventana. De alegrar lo mustio. De mustiar lo alegre.
Quizás volví por San Valentín.
Quizás es porque encontré un hueco de donde una persona querida me fue extirpada, un hueco que me hace consciente de los llenos. No obstante, el reconocimiento no me termina de capacitar para expresar lo que significan esos llenos. Y aún hay espacio por colmar. Colmo que conducirá al vaciado. Vaciado de personas, de nombres, de holas, de adioses, de todos los malgastados "te quieros" que lancé a diestro y siniestro.
Nada es permanente. A ti, que te amé con todo mi ser, te he olvidado hasta el olor. Así que ventilo.
Cambiaré la contraseña, a ver si consigo olvidarme también de ella.
10/1/11
Autoretrato.
Ella era de las que convivía con una gran rata fétida en el estómago. Siempre hambrienta, siempre insatisfecha, con un sabor a vómito en las ideas, escupiendo verborrea por esas bocas secundarias que poseía en los codos. Los ojos estaban apagados y las orejas tenían fallo de fábrica. Pero aún así quedaba un trozo de hermosura en algún rincón oculto de su ser. Un pequeño mordisco de bondad que la rata defecadora no llegó a zamparse. Lo veías de vez en cuando en una sonrisa, y las pocas ocasiones en que los ojos se encendían y destellaban, vivos, agradecidos de encontrar una luz exterior.
Pero nunca duraba mucho: la rata estúpida amargada se despertaría y se pondría por medio escupiendo bilis y rasgando el contorno. Y si no apartabas la mirada sólo verías magulladuras, heridas, una distorsión esperpéntica de una belleza envilecida resignada a vivir enmascarada.
12/11/10
Era una vez una hoja, de entre muchas hojas
en un arbol...
hasta q llega el otoño.
todo viró rojo y cayeron
pero una vez en el suelo, les salieron patas
y echaron a correr por la ciudad
una tras otra, en grupitos de 5, de 7 y de 13
y la súbita sensación de libertad se les subió a la cabeza
y se dispersaron por toda la ciudad a lo loco
algunas no se vieron más, y se dieron por perdidas
otras, no paraban de andar en los mismo círculos
pero hubo una hoja que no cayó del árbol.
era una hoja pintada por un niño en rotulador rojo
y aunque tenia el color de otoño, no podía despegarse del arbol
porque no era una hoja de verdad
y ahí se quedó año tras año, mientras que cada otoño pasaba lo mismo:
todos sus hermanos caían, les salían patas, y se volvían locos como cabras
y esta hoja pintada solo podía mirar desde su soledad incomprendida
hasta que un día, un hombre joven pasaba cerca del árbol y se paró en seco
y se acordó de un día cuando era pekeño que dibujó una hoja
y buscó en su bolsillo, y encontró otro rotulador rojo
y dibujó más hojas
3/11/10
La hora muerta.
De entre las últimas hojas alzaba ocasionalmente la vista. Normalmente para mirar la puerta, a veces la ventana. No mostraba nada, ninguna emoción. La única vida interpretable se desencadenaba a lo largo de las páginas de su libro.
Era la hora muerta, pero de la tarde, y su café era lo único que íbamos a cobrar antes de las cuatro. Aun así, me resultaba incómodo tenerla ahí ocupando mesa, su vaso vacío dejado de lado, sin mover un maldito músculo excepto para pasar las páginas y parpadear.
¿Esperaba a alguien? Ni idea. Si acaso esperaba, nadie venía. ¿Quién vendría? Yo desde luego no hubiera querido pasar ni un minuto con una mujer tan fría, una estatua, hermosa sí, pero estatua. Prefiero, ante la dicotomía, a las feas cálidas, una mujer que te envuelva en sus pasiones, aunque no tenga un reflejo digno de maldición.
Me daba escalofríos; como si tuviera demasiado cerca un ángel de muerte. Sólo podía dar las gracias que no me miraba nunca a mí.
Cuando entró para empezar su turno, me dirigí a mi compañera.
--Pregúntala si quiere tomar algo más.
--¿A quién?
--La chica ahí sentada leyendo.
--¿Qué chica?
Miré para señalarla. No había ni chica, ni libro, ni vaso vacío. Sólo un tremendo chirrido de frenos en la calle, un choque metálico, y los primeros gritos.