Mis ojos recorren la suave sombra de tu dorso desnudo. Estrecharía
la mano para volver a recorrer tu piel con las yemas de mis dedos, pero hace
tiempo que no alcanzo. Pasaron los días, y tu espalda siguió a la vista.
Pasaron los meses, y tu espalda siguió a la vista. Erguida, levemente curvada,
más suave que las sábanas que aparta. Ensoberbeciéndome como siempre, aunque
sea desde una cama ajena.
Pasaron los años, y tu cara ya es imprecisa, borrosa en un
mar de quisieras y no-quisieras, pero aparto con mano ansiosa la niebla de la
memoria y hallo, al instante, la nitidez y belleza de tu espalda.
1 comentario:
Espaldas largas, el camino al cielo.
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