17/3/08
Y si me acurruco...
Me acurruco, ronrroneo, y me hago gato.
Y me despierto con la luna, salgo a bailar, y regreso a tu regazo. Y me duermo. Y descanso. Y me despierto en tus brazos.
16/3/08
Mi mejor amigo
Me levanté y me fui. De nuevo empezó a llorar, pero ahora de diferente manera. Miré atrás. La verdad que no era tan feo. Más bien de color chocolate con pepitas de cacao,con los dientes algo redondeados y labios tristemente sonrientes de payaso.
5/3/08
La madriguera del Gato
Y la risa ronca regresa reptando como un cosquilleo que vive en mis entrañas y hace fiesta en mi garganta.
2/3/08
Sueños rotos
Era tan aburrida la caja en la que vivía... Y sus compañeras eran tan bobas.
Tic tac. El tiempo pasaba y ella sólo añoraba el día en que su ama se aburriera de ella, que la tirara a la basura, que la llevaran en camión por las calles desconocidas de esa ciudad tan rara en las que, según el día y el juego de su ama, era personaje de ficción. De haberse podido mover, se hubiera fugado el primer día. Pero su piernas de plástico respondían únicamente a la voluntad humana y sus brazos no tenían articulaciones. Sólo le quedaban sueños. Imágenes de un cristal tan fino y frágil que si pensaba demasiado intensamente en ellas se desacían en mil pedacitos afilados y asesinos, que atacaba con furiosa agresividad sus emociones y pasiones.
Soñaba con el día en que llegara su soldadito de plomo... hasta que recordaba que no era una elegante bailarina, sino una Barbie cualquiera, de proporciones plásticas inversímiles cuyo único pretendiente era un obsceno Ken, super guay, mega y chachi a la vez.
Con los años su ama casi maduraba. Y la caja de cartón se abría con menor frecuencia. Y la oscuridad empezaba a nublar su mente. Ya no había soldaditos de plomo en sus sueños. Sólo nubes oscuros, espesos, sofocantes, esperando la luz, pero sin esperanza...
Sus compañeras charloteaban menos. Ken había entrado en el estupor de la hibernación. Y ella marchitaba desnuda en la caja. Sus pechos sin pezones, sus manos con los dedos fusionados, las rodillas que no se doblaban, el pelo rubio enredado... todo se dejaba envolver en el olvido, porque no podía hacer otra cosa.