El día más templado del año, rebosante de letargo mediocre y aburrido....
Llevo... un rato de los míos -inconmensurables- acurrucada en la cama. Pensando. Recordando. Alterando. Almacenando.
Creo que me llamaba alguien. ¿Pero qué importancia tiene responder a una rellamada a la vida pudiendo disfrutar de la atractiva quietud de la ineptitud inactiva?
Una escena hermosa y borrosa se halla ante mis ojos. ¿Para qué parpadear ante el desorden destructivo de mi vida diaria? Me gusta. Es libre.
Detrás de la puerta cerrada alguien llama a gritos. Pero no abro. Ni parpadeo. Prefiero sentir las lágrimas insensatas. Lágrimas de pereza. Me he convertido en una estatua de mármol.
Y cuando se hizo de noche, la luna pasó desapercibida, abrió paso al sol. Y daba igual. Porque es lo mismo de siempre.
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