17/3/08

Y si me acurruco...

Y si me acurruco cerca de tí, ¿las pesadillas desaparecerán? ¿Descansaré un poco ya por fin, en lugar de medio dormir con los ojos demasiado cerrados? ¿O me despertaré sola, inmersa en la peor de las pesadillas, el sudor frío atándome, agitándome con frialdad? ¿O será paz? Paz... en tu espalda, esperando sin prisas a que el sueño se haga más ligero, a que te gires, para ver tus párpados cerrados y contar las pestañas. Para ver como se forman las legañas y luego... escuchar el saludo de tu primera sonrisa.
Me acurruco, ronrroneo, y me hago gato.
Y me despierto con la luna, salgo a bailar, y regreso a tu regazo. Y me duermo. Y descanso. Y me despierto en tus brazos.

16/3/08

Mi mejor amigo

Era la cosa más repugnantemente fea con cuatro patas que había visto jamás. Un puto bulldog de color mierda que no llegaba a la altura de mis tobillos con boca de tiburón y unos labios tan rosas y babosos,tan kilométricos, que ninguna caricatura pudiera exagerar su detestable grotesquedad. Pero me inspiraba pena. Estaba ahí, solo, atado a la reja sucia de la ventana de un bar que expulsaba peste negra por cada una de sus mil goteras. Ahí estaba, acompañado de la fría soledad del invierno, tirando de la correa, casi ahorcándose en el intento de soltarse. ¡Y lloraba! Y según me acercaba, el gemido gutural (que a saber de dónde procedía, pues yo cuello o garganta no veía ninguno) empezaba como un suave temblor, creciendo, desarrollándose, hasta convertirse en un aullido tan cargado de tristeza que el aire espesaba, dificultando la respiración. Pero meneaba la cola mientras me miraba, y al llegar a su lado, no pude evitar pararme, acuclillarme, acriciarle suavemente la cabeza y las orejas, sintiendo la repentina felicidad del bicho entrar por mi mano, recorrer mi cuerpo, aliviar mi corazón y dejar en mi boca una sonrisa sincera.
Me levanté y me fui. De nuevo empezó a llorar, pero ahora de diferente manera. Miré atrás. La verdad que no era tan feo. Más bien de color chocolate con pepitas de cacao,con los dientes algo redondeados y labios tristemente sonrientes de payaso.

5/3/08

La madriguera del Gato




Iluminando la oscuridad con ojos entrecerrados, me río, a ratos, de los ratones. Son tan peculiares... Corretean aquí. Allí. Triquitiquití. Para. Escucha. Se muerde la uña. Triquitiquití otra vez. Y yo, con dos lunas atentas, aguardo. ¡Rarrarrarrá!

Nunca se lo esperan, y por eso siempre estoy aquí. Con letargo. Con los ojos entreabiertos. Con la risa rara reptando vibrante por mi cuerpo. Sus narices hinchadas de queso rancio no me huelen. Triquitiquití. Entra. Ñac ñac, las uñas. Triquitiquití. Ahora se sienta, se lava la oreja. Triqui. Perdió una miga por el camino. Triquití. Vuelve. ¡¡ÑAM!! ¡Rarrarrarrá!

Rrrrrrrrrr... Mejorrrrr. Ahora, tan suave como un pañuelo de seda, me levanto, y lentamente, disolviéndome en las sombras nocturnas del cuarto, paso al lado de los otros, detrás, sonriendo cheshirescamente porque sí, porque no me huelen, ni me ven, ni me oyen, ni me sienten. Hasta que tenga hambre, y entonces será tan rápido que sólo uno percibirá un instante una garra letal. Y entonces nada. Me pondré de nuevo las botas de terciopelo rojo y torna nueva la luna...

Y la risa ronca regresa reptando como un cosquilleo que vive en mis entrañas y hace fiesta en mi garganta.

2/3/08

Sueños rotos





Era tan aburrida la caja en la que vivía... Y sus compañeras eran tan bobas.


Tic tac. El tiempo pasaba y ella sólo añoraba el día en que su ama se aburriera de ella, que la tirara a la basura, que la llevaran en camión por las calles desconocidas de esa ciudad tan rara en las que, según el día y el juego de su ama, era personaje de ficción. De haberse podido mover, se hubiera fugado el primer día. Pero su piernas de plástico respondían únicamente a la voluntad humana y sus brazos no tenían articulaciones. Sólo le quedaban sueños. Imágenes de un cristal tan fino y frágil que si pensaba demasiado intensamente en ellas se desacían en mil pedacitos afilados y asesinos, que atacaba con furiosa agresividad sus emociones y pasiones.
Soñaba con el día en que llegara su soldadito de plomo... hasta que recordaba que no era una elegante bailarina, sino una Barbie cualquiera, de proporciones plásticas inversímiles cuyo único pretendiente era un obsceno Ken, super guay, mega y chachi a la vez.


Con los años su ama casi maduraba. Y la caja de cartón se abría con menor frecuencia. Y la oscuridad empezaba a nublar su mente. Ya no había soldaditos de plomo en sus sueños. Sólo nubes oscuros, espesos, sofocantes, esperando la luz, pero sin esperanza...


Sus compañeras charloteaban menos. Ken había entrado en el estupor de la hibernación. Y ella marchitaba desnuda en la caja. Sus pechos sin pezones, sus manos con los dedos fusionados, las rodillas que no se doblaban, el pelo rubio enredado... todo se dejaba envolver en el olvido, porque no podía hacer otra cosa.