14/10/08

Juegos inocentes


Era mi vecina. Cuando mudaron al piso era una chiquilla muy pequeña, ciega, pero muy hermosa y sonriente. Mis padres ofrecieron ayudar a los suyos con algunos trastos y una mirada de mi madre, señalando con ese dedo imperativo a la niña, me impuso una conducta amistosa, así que la llevé al pequeño patio a jugar en los columpios.

La guié hasta el columpio, y ofrecí empujarla bajo la condición de que se agarrara bien. Por supuesto prometió que se agarraría bien y fuerte y que no pasaba nada, que no se caería. Nada más ayudarla a sentarse, pidió que la empujara más alto, más, más... Hasta el cielo. Quería ver el cielo. Yo la seguía empujando, me empezaba a caer bien. Nos reíamos de lo fuerte que la empujaba.

Me preguntó que si había alguna nube a la vista y por añadir un poco de emoción, respondí que sí, a pesar de ser un día despejado. Dije que era como una enorme bola de algodón húmedo. Empújame bien alto, me pedía entre risas; quiero verla.

Yo tampoco era muy mayor. Creo que tenía 7 años.

Yo no sabía que ver era tocar.

Segura

¿Y qué si yo quiero meterme debajo de la cama?
Es mía. Y me meto cuando quiero.

¿Cobarde?

¿Avestruz?

¿Segura?

Tú no has visto lo que vive ahi...

Lejos

Uña punzante
Raspando la seda
Pisando las telas
de arañas
like dreams
Of smoke.
But—
Stop.

Duermo soñando
Tu aliento caliente:
Arañas las telas
de sueños
quemados,
el humo marcando
su tierra lanzando
cristales teñidos de rojo...
Pero—
No.

Duermo despierta
Dolida y desierta,
Despierto cerrando
Los ojos, meando
Recuerdos.